La Niña que Platicó con Dios

A Marita Sade


ACTO I
La niña cuenta su historia a Dios. El señor está molesto por su atrevimiento, pero le escucha:

NIÑA:
este será el último puente de niebla entre ambos, te entrego mi substancial presencia, que sirva de alimento a tu tierra; te devuelvo mi acidez respiro, tu regalo, dices, porque hace tiempo perdí el eje de mis esperanzas; floto en un universo lento que me despinta los días, me ve moribunda y, con furia desconocida, descuadra mis versos
¡Te exijo acabes con esto!


ACTO 2
Dios:
Niña ojos color carbón, ciega por un dolor que te viene en exigir a otros más de lo puedes dar; navegas en un pasado que evapora el presente y acentúa el peso de tus pasos; así te sufres, culpa de ti misma, haces a un lado el maravilloso regalo de tu existencia.

Tienes el amor frente a ti, y decides ser el centro de tu vida, relación filial, teniendo el dolor como aliento diario; obligado auto castigo, purgas tus tropiezos pasados. Niña que lloras dolor ajeno, despierta tu hechizo.
Tu sufrimiento deriva de que jamás fuiste insustituible para nadie; no aprendes a vivir; haces calvario tus horas; te lastimas, sólo para recordarte que no eres buena…


ACTO 3
La niña rezonga:
Hace ya tiempo que tu voz era humo para mis oídos; me retratas susurro que saborea mi barro, te excluyes de esta instancia, ¿sabes, Dios? mi sangre gangrenada me hace menos sabia, escucho tu voz como silbido, y por otro lado, demonios desmiembran mi razón; ellos hilvanan mi silencio, me atan, abren zanjas, donde intento extraviar la rabia: tus reptiles de ignorancia que no te obedecen, y me pregunto Dios, si te das cuenta.


ACTO 4

Dios:
Niña que se cuenta cuentos sola, y quiere enderezar el mundo, sal de tu cause mortuorio imaginado, deja que mi sol limpie tu sudor, siente el burbujeo de sangre, raspa el olvido, ve lo que tienes frente a ti, narra tu eternidad sobria, daño que tu misma te acarreas. Reposa tu falsa maldición, deserta creerte mala, devuelve tu cansancio a los cajones de la indolencia; perdónate niña, entrega ya ese expediente, conviértelo en borrador que ayude a limar tus culpas que no culminan.
Niña, despierta, apoya mi fatiga de quererte; escucha los murmullos que serán cantos para ti, el día que tú misma te reencuentres.