Mi Estela

Por eso Estela, no dejes que el universo de tus pecados te encoja el espíritu; mira, hay tanta alma desbocada por el mundo, que sería un error encerrar la tuya en un armario de tristezas, yo también soy de mármol; a veces, tejo mis impaciencias en un mosaico de ganas que nunca culminan, tomo el silencio con la punta de los dedos y aún así nadie contesta mis dudas. ¿Porque estás muriendo? ¿porque es inminente tu cerrado paso a la frontera del dolor?; ahí nos dejaras, ahí estaremos rezando tu estupidez de muerte; tocaremos una puerta que será ya de nadie, te dibujaremos en el perfume y la nieve de la infamia, cuando la afonía de tu remanso galope mis sentidos, ¿que voy hacer? eres la única persona que ve lo mejor de mí, la que inmola miedos, alarga sueños, y sin embargo, te vas.

Lo que tú no sabes es que repartiré tu esencia, forjaré con ella bloques de nostalgia, que acumulados día tras día, hartarán tu ausencia; y quizá entonces, Dios te devuelva, donde estés, cada minuto de sacrifico: dolores que tu cuerpo ya no aguanto. La vida se ha portado infame; me veo en tu máscara, rostro artificial con que miras y ves al espejo; piel caliza, pendiente que confunde tu letargo, y con él te ríes delante de la gente; pero a mí no me engañas,

Estela; tu calma artificial no alcanza a sofocar sollozos, esos que escucho cuando me recargo en la ventana para no perder el ritmo de tu agonía, el que disimulas cuando la noche aplaca el vuelo de los murciélagos, y lo disfrazas como aullido de gato hambriento que amenaza con tragarme las entrañas.

Sin embargo, hoy no amaneciste, finalmente aceptaste que te madrugaran la vida, e inmutada por un asombro oscuro, te dilataste polvo; debutaste en tus predicciones, te viste sombra ajena; que te develado ritual, del que te habían contado y nunca creíste ser protagonista.
Entonces, y por primera vez, te peso tu ayuno de amor,
el haberte encallado en tu contagio aburrido de beata que terminó untándote en sábanas que nunca mojaste.

Nadie te lloró, nadie te extrañará tanto como yo.
Ahora me quedo a controlar mis emociones en un umbral desconocido donde me dejas; busco una redención de mis pecados menos morbosa, menos perversa que mis desastres sucesivos, donde te inventaba para rescatarme.
Así te sufro; viendo tu cajita de madera, donde apenas cabes, como mi invento.
¡Ah!! ¿Crees que me confundes?
Pero lo que no entiendes, es que tu exterminio será siempre incompleto, y mis intentos por no seguirte se llenaran de cementerios, grandes valles de pena, donde caminaré eternamente en un nebuloso embriago de ausencia.