Peregrinar de Gritos

SAGRADO LIQUIDO

Oía el tartamudeo,
sentía sus garras
y su sangre,
voz que me atraviesa
entre el ruido del mundo,
rumor antiguo
que se empeña
en habitarme.

Los adoquines
tienen la huella de tu caída,
trizas de áspero recuerdo
que ilumina negro,
noche sin camino,
infame sed aprendida
por lamen la sal de tus gotas;
urgencia de esparcirme en ti,
poblarte en versos,
amansar corajes de latidos ajenos
que caen frente a mi cara,
una y otra vez,
como obligación acumulada
de albérgate.

Ensayo mi salto a tu estanque,
en busca del sagrado líquido;
vino derramado para siempre,
rubor incienso
de mis paredes estrechas;
cansancio inagotado de tanto perecer,
reflejo desvaído, oscuro como barro
que hace accesible el desastre.

Tú, fábula sin humildad ni espíritu,
das testimonio de que ahí estuviste,
acechas con tu luz
y me haces presa lejana de tu antojo.
El tiempo no es remedio,
fortalece el sufrimiento,
me funde luz
que ilumina el claustro
de tu rostro.


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MÍRENLO

¡Allí va!
con voz vacía de mí
y su existencia desvanecida;
¡mírenlo!
arrastra harapos
con huesos deshechos
y sexo de ángel.

Su figura venida de ultrasueño
me hace péndulo.
columpia rabia y rencor,
fértiles silencios que encallan
en mi voz.

Es inútil este intento
por enderezar recuerdos,
penitencia en vida desvencijada
esparcidos al tiempo
como ceniza de tu último cigarro.

Algo apaga mi pensamiento;
los sonidos se aquietan,
te hacen remanso,
conversión que confunde
y alimenta desalientos.

Te veo
sin retórica ni ecos,
corro a hundir mis uñas en tu pecho,
a morder tu lengua.

El azar nos reúne de nuevo,
reclama el dialogo
de cuerpos,
único idioma que reconocen,
nos relatan su misterio.

La fugacidad me devuelve
al presente,
conozco sus gestos.
ilusa intento el dialogo,
rebelión
de dudas empeñan mi memoria,
regreso a días huidizos,
carcomida por imágenes que me devoran.

Allí va, se los juro,
¡mírenlo!



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PARTE HUÉRFANA


a Jerome
I

Tiempo, me duelen tus espinas,
debate que fluye
entre guerra de nubes,
donde su nombre
se prolonga en mi garganta,
como luz en permanente huida.

Mis culpas se disuelven,
arraigadas suben de tono,
tormenta de cementerios;
tu rostro arrastra mi memoria,
y mi voz rescata,
frente a ti,
debelado el terror de encontrarme
como no quiero ser
y de cualquier manera soy.
Una derretida sensación apacigua mi furia,
un amor adolorido de perdones
descompone el cuadro,
¿qué te he quitado?
¿qué parte huérfana de esperanza
maquila la contraparte de ti mismo,
el nombre pocas veces repetido?

El padre que no entiende tu lengua,
y te besa en bendiciones por un teléfono
que no le alcanza a extenderte.



II

Mi mundo es liso desde entonces;
soy arquitecta de una distancia
que escupe culpas;
como esta mañana
cuando tu primera corbata
forcejeo con la torpeza de mis dedos,
y nos hizo falta
ese fantasma tan parecido a ti,
tan diluido y mío;
mi pena no alcanza a reponerse,
pero tu voz
me reconstruye a diario,
lima el espesor del vacío
que siempre nos recorre;
pero mis manos se vuelven cuatro
cuando tú las necesitas;
y tu risa me levanta como muro;
y tus gestos bordan las desesperanzas
cuando tu largas manos
soban mis desilusiones
y me convierto en todo,
y abono a tu cuenta,
menos triste.
más entera,
hijo.